CRÓNICAS DE UNA MENTE DAÑADA
_¿Mi nombre? ¿Es necesario?...
Asentí, era la tercera vez que tenía que repetir a ese
característico e inusual grupo que tenían que empezar mencionando su nombre y
de ahí podían abordar el tema que desearán o compartirnos lo que tuvieran que
decir. ¡¿No entendía porque les era tan difícil decir un nombre?! ¿Acaso no
podían inventarse uno?
Impaciente, con un tono crítico, rebelde; aquella chica de
ojos penetrantes y mirada dura comenzó:
_Mi nombre es Rocío y no pienso catalogarme ni etiquetarme,
con los trillados estereotipos: "soy depresiva, soy suicida, soy alcohólica,
soy..."_ Y levanto sus dedos en un gesto indicando
entrecomillas (") para enfatizar lo
que decía.
_ ¡Y odio las etiquetas y los clasicismos!
Entrecerré los ojos y no pude disimular una sonrisa
pensando: ¡Vaya! teníamos aquí al segundo espíritu indómito que nos hacía falta
para cerrar y estabilizar al grupo, Observe una vez más sus rostros, ponderé el
frágil y desigual equilibrio que hasta ahora mantenía a los otros, siendo
absorbidos y hasta cierto punto liderados por la magnética y avasalladora
personalidad de Enrique. Era el
contrapeso idóneo e inesperado para contrarrestar el exceso de testosterona que
nos abrumaba.
Deje de lado mis pensamientos y comencé a poner atención al
relato de Rocío.
_Sí confío en mis recuerdos, cosa que a veces debemos de
evitar, pues en algún lado leí que los recuerdos en nuestra mente son como
pequeños objetos guardados dentro de una cajita y cuando los sacas, revisas,
manipulas, observas y un sin fin de manoseos que les hacemos a esos pequeños
objeto-recuerdos, al regresar a la cajita-mente
nunca regresan igual, y cuando los vuelvas a sacar volverán a pasar por
el proceso mencionado y cada manoseo ira modificando el recuerdo hasta volverlo
irreconocible, así que por eso no debo confiar mucho en mi cajita de recuerdos.
_Fue hace algunos años ya, estaba de visita en casa de mis
padres y mientras ayudaba a preparar el almuerzo cotilleábamos, poniéndome al día
de todos los nuevos sucesos que acontecían y que invariablemente me perdía por
vivir lejos de ellos.
_Así que en esos momentos en la cocina, acompañadas de unos
aromáticos cafés y los entrañables olores que me hacían añorar mi antiguo
hogar, mi madre me contaba los pormenores de todo lo que acontecía,
novedades de mis hermanos y los nuevos pretendientes en turno de mi
hermana pequeña. Ella era el claro
ejemplo de metamorfosis de la que siempre escuchamos, después de ser una niña
sin mucha gracia, hoy extendía sus bellas alas de mariposa y resplandecía bajo
los rayos del sol. Así que la lista de pretendientes era larga, casi siempre
cambiante pues a mi madre como se dice coloquialmente no le "llenaban el
ojo" y aconsejaba de forma amorosa y protectora a mi pequeña hermana para
que eligiera bien sin precipitaciones.
Así que me dije hoy conoceré al nuevo y fantástico
pretendiente del que mis padres hablan y sienten admiración y aprueban
totalmente. Mientras almorzábamos no pude evitar preguntar más detalles,
inteligente, educado, "demasiado educado" interrumpía mi padre,
cortés en demasía, ha leído y sabe bastante, entablamos largas charlas por la
noche que el tiempo transcurre sin pensarlo.
_Eso era lo que más me repateaba y me amargaba, el siempre
brillo en sus ojos, la satisfacción indisimulable cuando se refería a todo lo
que hacía o estaba relacionado con mi hermana, nunca pude evitar sentirme menospreciada,
poco entendida y menos querida. ¿Acaso nada de lo que yo hiciere les causaba
orgullo?
Se detuvo de súbito, Rocío en su relato-presentación, le brillaron
los ojos por un fugaz momento, ese temblor ligero casi al final, quebrando la
última frase; casi imperceptiblemente. Sólo lo notamos dos personas, en esa habitación,
uno de ellos era Enrique que era demasiado agudo y observador y yo. Pero ese era mi trabajo escucharlos,
observar el mínimo detalle y ayudarles a encajar el rompecabezas de su mente,
de su vida.
Pero Enrique se erguía siempre en su asiento y se interesaba
en el acto, dejaba a un lado la actitud indolente y de aburrimiento, pareciese
que olfateará la sangre, del animal herido, que el hecho de hallar grietas en
las armaduras que todos invariablemente nos vamos forjando con los años, le
divirtiese.
Al advertir el cambio en su voz y la súbita interrupción,
fueron los detonantes para su atención inmediata en Rocío, la chica nueva que
se había unido hoy al grupo.
_Rabia, dolor y amargura_ soltó Enrique, sin preámbulos, sin
tacto, sin piedad.
Había resumido en tres palabras lo que yo hubiese redactado
en una plana para diagnosticarla, de la manera más diplomática y delicada
posible. Ahora a esperar la reacción, ¿Sería igual a la de los demás? Enrique hizo lo que siempre sabía hacer muy
bien y tenía tan perfeccionado: asestar golpes directos.
Una sonrisa socarrona se dibujo en el rostro de Enrique,
expectante esperaba la clásica reacción: en las mujeres el llanto desesperado,
en los hombres la súbita furia y el deseo de golpearlo por impertinente.
Ladeo ligeramente la cabeza, alzo la ceja e hizo ese
movimiento tan característico en él, apretó ligeramente el puño, como preparándose
para el contrataque.
Lo conocía demasiado bien, más de lo que a él le agradara
y quisiese. Enrique era el miembro más
antiguo del grupo, llego totalmente abatido, como un animal herido, como un
hombre que ha caído al infierno más profundo y en el cual se sumerge gustoso y
decide no salir de ahí. Dos años de trabajo arduo con él, habían logrado
empezar a sacarlo de su infierno personal, con él había profundizado y
experimentado en un breve tiempo, lo que tal vez hubiese practicado en un largo
periodo con otras personas, era mi "gimnasio psicológico" como me
gustaba referirme a él; por el grado de mutuo aprendizaje que ambos habíamos
logrado, era una constante retroalimentación.
Así que yo internamente también esperaba expectante la
reacción de Rocío.
Rocío, volteo el rostro y miro penetrantemente a Enrique, lo
estudio, tal pareciese que esos segundos eran de reconocimiento a su
adversario, media las fuerzas, sopesaba riesgos, y acepto gustosa el reto.
Enrique la miraba burlonamente, empezaba a inquietarle que
la chica no rompiese en llanto y sólo lo observara con esos ojos de mirar lento
y profundo.
_”Rabia, dolor y amargura”. Sólo aquel que ha vivido
subyugado por sus demonios, esclavizado por el miedo a liberarse de ellos, lo
reconoce tan rápido en otros_ Lo soltó lento y pausado Rocío.
Enrique parpadeo un instante, ¿Que había dicho? Aún no
alcanzaba a registrar ese certero golpe que nunca vio venir.
Se oyeron unas breves risas. Eran Rodrigo y Manuel que no
intentaban disimular la satisfacción que les causo la respuesta tan concisa de
Rocío.
Observo de soslayo a Enrique, que
estaba totalmente serio. La única
impasible, sin levantar la vista siquiera, sumida en sus propios pensamientos
como siempre era Gina.
_ ¿No es que estamos hoy aquí, cómplices de secretos
venideros y jugadores en está extraña partida, donde el juego del destino en
sus enigmáticas y laberínticas formas nos ha hecho jugadores, compañeros y
adversarios? Hoy te descubres como mi antagonista, ¿pero sabes que cuando el
juego termina, peón y rey se guardan en la misma caja?
Enrique, silencioso, valoraba lo que acababa de escuchar,
nunca imagino encontrarse en el lugar menos indicado, a una mujer tan astuta y
certera. Siempre ha sido de la idea que entre gitanos no se leen la mano, pero
acababa de descubrir que era una de sus reglas que en ese instante más que
nunca deseaba romper. Y lo haría gustoso
y sin remordimiento alguno…(continua)
(Fragmento capitulo 1)
Continua...
(Fragmento capitulo 1)
Continua...
montse_rocco@hotmail.com
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