Este espacio fue concebido mientras pasaba largas horas escribiendo con pasión, pensamientos que fluían como ríos de tinta,; fruto de sentimientos y nostalgia.
Su único propósito fue siempre el de expresar a través de líneas escritas con el corazón, sentimientos que amenazaban con desbordarse.
Al paso del tiempo, el arrebato que inspiró esto, dejó de ser protagonista principal, pero jamás dejó de ser mi razón de escribir.
Con los años, mi mente me sigue llevando hacía él.
Y es por ello que mis letras siempre llevarán en el fondo de su orígen, una huella que representa mi amor hacía esa primigenia inspiración.
Más la vida sigue, otros apegos están por manifestarse, y se abren paso otros lugares donde depositar el corazón, donde plantar las ilusiones, donde ver crecer la esperanza.
Del ayer, del ahora, y tal vez del mañana continuaré hablando...
Este es mi espacio: eternamente en construcción, sin un plan maestro y estás mis crónicas...




miércoles, abril 30, 2014

La rosa y sus simbolismos

CRÓNICAS DE UNA MENTE DAÑADABRUJA





La historia de la rosa es tan secreta, que muy escasos iniciados pueden comprender su profunda significación. La rosa es por excelencia el símbolo del secreto guardado, pues es una de las raras flores que se encierran en su propio corazón. Cuando abre su corola, está en la hora de la muerte.

Las más grandes de las sociedades secretas; La Santa Vehema, Templarios, la Francmasonería, tienen a la rosa por emblema. La más secreta de todas, aquellas cuyos jefes, sin ignorarse entre sí, nunca se encuentran unos a otros, la fraternidad de los Rosacruces, tiene su nombre enlazado al símbolo hermético de Cristo.

Desde la más remota antigüedad, la rosa fue honrada por dioses y héroes. Engalanaba el escudo de Aquiles, el casco de Héctor y de Eneas, así como la adarga de los valerosos caballeros de la edad media, con esta divisa de triple sentido: “Quanto si monstro men tan é più bella” (tanto menos se muestra, tanto más hermosa es)
Familiarmente, "découvrir le pot aux roses" significa descubrir un secreto, pero el origen de tal expresión es bastante poco conocido.

Antaño, nuestros bisabuelos y tatarabuelos, para imponer la ley del silencio a sus convidados, colocaban sobre la mesa un tiesto con un ramo de rosas. El buen tono y el honor exigían que toda la conversación iniciada bajo este signo fuese mantenida bajo riguroso secreto.
Tal costumbre se practicaba en otras partes con una variante; una rosa era colgada encima de la mesa del banquete y era obrar contra el honor repetir las conversaciones hiladas bajo la rosa (Sub-rosa).
Sucedía, para que se hablase con mayor libertad durante el ágape, que fuese cubierto el tiesto con un velo; antes de abandonar la mesa, se descubría el tiesto de las rosas y la ley del silencio volvía a ser una obligación sagrada.

Para los Pitagóricos, jueces francos, caballeros andantes, templarios, caballeros de Rodas, francmasones, rosacruces, Rosatis; para el alto clero, por último, la rosa posee un hondo significado esotérico.
Los jueces francos eran los miembros de la Santa Vehema constituidos en tribunal secreto y encargados de la ejecución de los individuos culpables de perturbar el orden social y religioso. En el acero de su hacha justiciera había grabados de un puñal y un caballero que llevaba un ramo de rosas. Quien traicionara el secreto colocado bajo el signo de la flor era asesinado con puñal.
Si pasaban cerca de una rosa tronchada, los jueces francos habían de llevarla a los labios o posarla sobre su corazón.

En el siglo XII apareció el rosetón en las vidrieras de las catedrales. Es por una rosa multicolor que la luz (verdad) entra en los santuarios. Para realizar tal maravilla en el rosetón de Nuestra Señora de París (12,90 metros de diámetro), fue menester que el maestro arquitecto conociese el secreto del Número de Oro, de la resistencia del material y de las fórmulas sabias, transmitidas únicamente a los grandes iniciados de las sociedades secretas.

Dondequiera intervenga la rosa, la acompañan el secreto y el silencio.

A comienzos de este siglo se podía ver en Lyon, en el número 14 de la calle Thomassin, sobre la puerta de entrada y grabada en piedra, una cabecita encapuchada, que una enorme rosa coronaba. ¿Rótulo de artesano?, ¿signo de pertenencia?, nadie ha descifrado aquel enigma, pero es probable que unos viajeros, al ver el rótulo, adivinen su oculta significación.

En la Edad Media existían numerosas posadas que llevaban la palabra “rosa” en su rótulo: “A la Rosa de Provins”, “La Rosa y la Eglantina”, “Posada de la Rosa”, "Posada de la Rosa Blanca”, etc.
Hay buenas razones para creer que tales posadas, que jalonaban las grandes carreteras de Occidente y el camino de los santuarios, eran regentadas por hosteleros afiliados a una sociedad secreta. El rótulo indicaba a los viandantes que se hallaban “bajo la rosa” y que cuanto dijesen o hicieran nunca sería divulgado.

Según Charles Nodier, un edicto del Parlamento de Ruán, en las postrimerías del siglo XVI, prohibió a los habitantes de la ciudad ir a la “Taberna de la Rosa” y a la “Taberna del Rosal”. De esa misma época data el cisma de la rosa, que opuso a los iniciados laicos a los iniciados cristianos. Las sociedades secretas que se hallaban bajo el signo de la flor apartábanse más y más del rígido dogma instituido por los jueces francos.
Los rosacruces serían, en nuestros días, los últimos paladines de la verdad sub-rosa, que los grandes ocultistas consideran como la única que proviene en línea recta de nuestros antecesores.

No obstante, con la rosa por mote, existe una suerte de supersociedad que, según dicen, seguiría teniendo algunos miembros en Portugal y en América del Sur. En la puerta de su morada estarían plantados –a uno y otro lado- un rosal rojo y un rosal blanco.

Jacques Coeur, cuya inmensa fortuna fue confiscada por Carlos VII y luego reconstituida, según la leyenda, merced al oro filosofal, pertenecía a aquella orden hermética. Y también esos “pilotos” de Juan II, de Portugal, que, obligatoriamente, se acogían a retiro en las Islas Azores o en la de Madeira, lejos de los curiosos, tras haber traído, diez años antes de Colón, oro de las minas de Brasil.

En el 715 se instituyó la bendición de las llaves de la Confesión de San Pedro, las que fueran dadas ulteriormente a algunos establecimientos religiosos privilegiados. Se piensa que de tal costumbre se deriva el rito de la rosa de oro o rosa de los Papas.

Hacía 1948, el Papa León IX ordenó a dos monasterios, detentores de las llaves de la Confesión de San Pedro, contribuir en gratitud y anualmente con una rosa de oro o pagar su valor.

La rosa de oro era entonces el símbolo de la fragilidad humana. La inalterabilidad del metal era una imagen de la eternidad del alma. Era una simple flor de escaramujo pintada de rojo; luego fue de uso encastrarla, en su centro, de rubies y piedras preciosas. Desde Sixto IV (1471), la flor de los Papas, cincelada en oro fina, era hecha de una rama espinosa que llevaba varias flores ornadas de un follaje.
La flor puesta en lo alto de la rama era mayor que las demás y llevaba a guisa de corazón, en el centro de la corola, una copita llena de agujeros. Cuando era bendecida la rosa, el Papa depositaba en tal cúpula perfumes que remedaban el olor de la rosa, para “recordar a los iniciados las propiedades misteriosas que están asociadas a la flor”.
Nunca el sentido secreto de la rosa cristiana ha sido revelado a los profanos.


El papel de las sociedades secretas fue acaso menos importante de lo que uno se complace en imaginar. Con todo, su acción pertenece a la historia secreta y a ese título merece ser destacada.



montse_rocco@hotmail.com

2 comentarios:

  1. Bonita esta entrada, con una información excelente.

    Un beso.

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    Respuestas
    1. Gracias hermosa! me regocijan tus palabras, muchos saludos!

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