CRÓNICAS DE UNA MENTE DAÑADA
Un ruiseñor vivía en el jardín de una casa. Todas las
mañanas una ventana se abría y un joven comía su pan… mientras miraba la
belleza del jardín. Siempre caían migajas de pan en el antepecho de la ventana.
El ruiseñor comía las migajas creyendo que el joven las dejaba a propósito para
él. Así, creció un gran afecto por aquel que se preocupaba en alimentarlo…
aunque sea con migajas.
Un día el joven se enamoró. Pero al declararse, su amada
impuso una condición para retribuir su amor: Que a la mañana siguiente él le
trajese la rosa roja más bonita.
El joven recorrió todas las florerías de la ciudad, pero su
búsqueda fue en vano. Ninguna rosa…mucho menos roja.
Triste, desolado, fue a pedir ayuda al jardinero de su casa.
El jardinero declaró que él podría obsequiarla con petunias,
violetas, claveles. Cualquier flor menos rosas. Las rosas estaban fuera de
temporada; era imposible conseguirlas en aquella estación.
El ruiseñor habiendo escuchado la conversación quedó con
pena por la desolación del joven. Tenía que hacer algo para ayudar a su amigo a
conseguir la flor.
Entonces el ave buscó al Dios de los pájaros, quien le dijo:
- Tú puedes conseguir una rosa roja para tu amigo… ¡pero el
sacrificio es grande y podría costarte la vida!
- No importa, respondió el ave. ¿Qué debo hacer?
- Bien, tendrás que encaramarte en un rosal y allí cantar la
noche entera, sin parar. El esfuerzo es muy grande; tu pecho puede no aguantar…
- Así lo haré, respondió el ave. ¡Es para la felicidad de un
amigo!
Cuando oscureció, el ruiseñor se encaramó en medio de un
rosal que quedaba enfrente de la ventana del joven.
Allí se puso a cantar su canto más alegre, pues precisaba
esmerarse en la formación de la flor.
Una gran espina comenzó a entrar en el pecho del ruiseñor y
cuanto más cantaba, más entraba la espina en su pecho.
Pero el ruiseñor no paró.
Continuó su canto, por la felicidad de un amigo. Un canto
que simbolizaba gratitud, amistad. Un canto de donación hasta de su propia vida
Por la mañana, al abrir su ventana, el joven se detuvo
delante de la más linda rosa roja, formada por la sangre del ruiseñor. Ni
cuestionó el milagro, enseguida recogió la rosa.
Al ver el cuerpo inerte de la pobre ave, el joven dijo:
- ¡Qué estúpida ave! Teniendo tantos árboles para cantar,
vino a posarse justamente en medio del rosal que tiene espinas. Por lo menos
ahora dormiré mejor, sin tener que escuchar su tonto canto.
Es muy triste, pero desgraciadamente…
Cada uno da lo que tiene en el corazón.
Y cada uno recibe con el corazón que tiene….
montse_rocco@hotmail.com
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